Resumen
Durante muchos siglos, la Iglesia católica se ha preocupado por promover la unidad, no solo dentro, sino fuera de ella. El Papa y los obispos juegan un rol muy importante en esta promoción, y de hecho una de sus funciones es la de ser garantes de la unidad tanto dentro de las Iglesias locales como en la Iglesia universal. Desgraciadamente, esto ha ido en detrimento del incentivo a la diversidad. Si esta diversidad no es plenamente respetada y debidamente fomentada, es imposible alcanzar una verdadera unidad. El reconocimiento de la diversidad es fundamental dentro de la evangelización eclesial —asumiendo que la diversidad no rompe con la unidad esencial de la Iglesia—, pues el mundo es cada vez más diverso, y las pluralidades en todas las dimensiones están reclamando su derecho a la existencia.

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